Inocencia, amor extremo, engaño, venganza y almas sin descanso son algunos ingredientes de los trágicos y románticos cuentos del siglo XIX con los que casi seguro estamos todos familiarizados.
Cinco lustros antes de que Bécquer escribiese el famoso relato El monte de las ánimas, por citar uno de sus mitos populares, el escritor Heinrich Heine creó su obra De l’Allemagne, a partir de una leyenda germana. Seis años más tarde, en 1841, se convirtió en la base argumental del ballet Giselle, con libreto de Theóphile Gautier, Jean Coralli y Vernoy de Saint-Georges, coreografía de Jules Pierrot y Coralli y música de Adolphe Adam. Fue estrenado el 28 de junio en la Ópera de París cosechando un gran éxito y propiciando sucesivas representaciones, hasta nuestros días.
Una de las bailarinas que encarnó a la dulce protagonista fue Alicia Alonso, quien sigue trabajando incansablemente, como coreógrafa, a sus casi noventa años. Nacida en La Habana en 1920, de padres españoles, tiene un puesto destacado en el mundo de la danza gracias en parte a Giselle. Creó la primera compañía cubana de ballet que, en un principio, llevaba su nombre y más tarde pasó a tener su denominación definitiva: Ballet Nacional de Cuba. La compañía se halla de gira, una vez más, y actualmente está representando esta obra en diversas ciudades españolas.
Dividida en dos actos, nos cuenta la historia de una joven campesina llamada Giselle, que vive felizmente enamorada de su amado Loys. Él finge ser un humilde aldeano para poder estar con ella pero, en realidad, es Albrecht, duque de Silesia. Hilarión, el guardabosques, también ama a Giselle y, ardiente de celos, decide vengarse de su contrincante, descubriéndolo ante ella en plena cacería de la corte del príncipe de Courtland. Lo que no preveen ninguno de los dos pretendientes es que la delicada salud de su adorada puede llevarle a la muerte, transformándose en una wili, un ser mitológico que vaga por la noche en el bosque, el alma en pena de una joven fallecida antes de su boda.
Giselle no da crédito a la mentira de su amado y reprende a Hilarión su sentencia pero contempla con horror cómo Albrecht admite su engaño. Baila incesantemente mientras pierde la razón hasta expirar su último aliento en brazos de su doliente madre. Ahora, la doncella es una wili y forma parte de un grupo de bellos espectros vestidos de blanco que vagan en busca de jóvenes vivos a los que poder castigar. Desean que Hilarión y Albrecht dancen hasta morir pero el amor de Giselle por Albrecht permanece inalterable y tratará de salvarlo como sea. Cuando transcurra la noche, los espectros deberán desaparecer y Giselle habrá de retornar a su tumba para ser velada por sus seres queridos.
El argumento dramático de la historia, en combinación con la cuidada coreografía, la eficiente puesta en escena y el profesional elenco, provocan que el público aplauda efusivamente numerosas veces a lo largo de la representación, aparte de regalar enormes ovaciones a la propia Alicia Alonso, que saluda al comienzo desde el público y al final sobre el escenario.
Mención especial para Annette Delgado (Giselle) por su fantástica ejecución, que sorprende y emociona hasta a los que no somos devotos del ballet clásico, y a los bailarines Serafín Castro, Raúl Mazorra, Omar Morales y Yonah Acosta, que realizan juntos grandes números en el primer acto pero no tienen oportunidad de saludar al terminar la función, como más de la mitad del equipo artístico, único punto negativo a recordar.
Quien desee vivir una leyenda mitológica y trágica sin palabras y con la sencillez y elegancia que sólo aporta el ballet clásico, no debe dudar en ir a ver Giselle. Le gustará.
Cinco lustros antes de que Bécquer escribiese el famoso relato El monte de las ánimas, por citar uno de sus mitos populares, el escritor Heinrich Heine creó su obra De l’Allemagne, a partir de una leyenda germana. Seis años más tarde, en 1841, se convirtió en la base argumental del ballet Giselle, con libreto de Theóphile Gautier, Jean Coralli y Vernoy de Saint-Georges, coreografía de Jules Pierrot y Coralli y música de Adolphe Adam. Fue estrenado el 28 de junio en la Ópera de París cosechando un gran éxito y propiciando sucesivas representaciones, hasta nuestros días.
Una de las bailarinas que encarnó a la dulce protagonista fue Alicia Alonso, quien sigue trabajando incansablemente, como coreógrafa, a sus casi noventa años. Nacida en La Habana en 1920, de padres españoles, tiene un puesto destacado en el mundo de la danza gracias en parte a Giselle. Creó la primera compañía cubana de ballet que, en un principio, llevaba su nombre y más tarde pasó a tener su denominación definitiva: Ballet Nacional de Cuba. La compañía se halla de gira, una vez más, y actualmente está representando esta obra en diversas ciudades españolas.
Dividida en dos actos, nos cuenta la historia de una joven campesina llamada Giselle, que vive felizmente enamorada de su amado Loys. Él finge ser un humilde aldeano para poder estar con ella pero, en realidad, es Albrecht, duque de Silesia. Hilarión, el guardabosques, también ama a Giselle y, ardiente de celos, decide vengarse de su contrincante, descubriéndolo ante ella en plena cacería de la corte del príncipe de Courtland. Lo que no preveen ninguno de los dos pretendientes es que la delicada salud de su adorada puede llevarle a la muerte, transformándose en una wili, un ser mitológico que vaga por la noche en el bosque, el alma en pena de una joven fallecida antes de su boda.
Giselle no da crédito a la mentira de su amado y reprende a Hilarión su sentencia pero contempla con horror cómo Albrecht admite su engaño. Baila incesantemente mientras pierde la razón hasta expirar su último aliento en brazos de su doliente madre. Ahora, la doncella es una wili y forma parte de un grupo de bellos espectros vestidos de blanco que vagan en busca de jóvenes vivos a los que poder castigar. Desean que Hilarión y Albrecht dancen hasta morir pero el amor de Giselle por Albrecht permanece inalterable y tratará de salvarlo como sea. Cuando transcurra la noche, los espectros deberán desaparecer y Giselle habrá de retornar a su tumba para ser velada por sus seres queridos.
El argumento dramático de la historia, en combinación con la cuidada coreografía, la eficiente puesta en escena y el profesional elenco, provocan que el público aplauda efusivamente numerosas veces a lo largo de la representación, aparte de regalar enormes ovaciones a la propia Alicia Alonso, que saluda al comienzo desde el público y al final sobre el escenario.
Mención especial para Annette Delgado (Giselle) por su fantástica ejecución, que sorprende y emociona hasta a los que no somos devotos del ballet clásico, y a los bailarines Serafín Castro, Raúl Mazorra, Omar Morales y Yonah Acosta, que realizan juntos grandes números en el primer acto pero no tienen oportunidad de saludar al terminar la función, como más de la mitad del equipo artístico, único punto negativo a recordar.
Quien desee vivir una leyenda mitológica y trágica sin palabras y con la sencillez y elegancia que sólo aporta el ballet clásico, no debe dudar en ir a ver Giselle. Le gustará.