lunes, 5 de noviembre de 2012

Mi escena favorita... de mi peli favorita (III)


Miguel Hermoso

Granada, 1942

Director de cine (largometrajes como Como un relámpago, Fugitivas, La luz prodigiosa, Lola... y cortometrajes como Retrato de Camelia, Tom el salvaje, Vision of Europe…) y televisión (publicidad y series como La mujer oriental, Café con leche y Truhanes).


¿Cuál es tu escena favorita de tu película favorita?

"El tercer hombre", dirigida por Carol Reed (Oliver!, Trapecio, Larga es la noche...), basada en la novela de Graham Greene.

El paseo bajo los tilos, desolado, alfombrado de hojas otoñales, que conduce al cementerio. Allí fue donde Holly Martins (Joseph Cotten) conoció a Anna (Alida Valli). Y allí será donde la pierda.

Holly ha venido a una Viena arrasada por la guerra, respondiendo a una oferta de trabajo de su mejor amigo Harry Lime (Orson Welles); pero a su llegada se encuentra con que éste ha muerto el día anterior, en un estúpido accidente.
Holly inquiere por los detalles del suceso y algo le hace sospechar que podría no haber sido casual.
Así que decide investigar.

En el curso de sus pesquisas, conoce a Anna, la novia de Harry, que continúa triste e irremediablemente encadenada a su recuerdo. Y Holly, ay dolor, se enamora perdidamente de ella.
Pero las cosas no son como parecen. Holly termina por descubrir que Harry no ha muerto, aunque su alegría de recuperar al amigo perdido se transforma en horror al descubrir que éste se ha enriquecido traficando con medicinas adulteradas, causantes de un pavoroso dolor en las personas con ellas tratadas.
Entonces, decide colaborar con la policía en su detención.
Y Harry, finalmente, es abatido en las cloacas de la ciudad.

Pobre Holly. Anna nunca te lo perdonará.
Después de asistir al segundo entierro de Harry Lime, esta vez el verdadero, y antes de abandonar la ciudad, sentirás un irresistible impulso de encararte con ella, de mirarla a los ojos, de hablarle, no te importa ser el sustituto de Harry, ser siempre el segundo en su corazón, con tal de estar junto a ella.
Te detendrás en el paseo de los tilos, te apoyarás en un viejo carro y encenderás un cigarrillo a la espera de que Anna pase por delante, se crucen vuestras miradas y puedas decirle que la amas como nadie antes la ha amado.
Pero ella pasará frente a ti, gélida, inaccesible, ajena a tu presencia, escupiéndote su odio y su desprecio.

Y mientras, Anton Karas inunda el aire con un tema que llena la desgarradora escena de tristeza, aunque, no sé muy bien por qué, su cítara me suena a vida, a resignación ante el infortunio, a la alegría de la “humanidad”.
Ese contraste es lo que la hace más inolvidable.

 


¿Qué otras dos películas deberíamos ver todos antes de morir?

Me pides que mencione otras dos pelis irrepetibles.

Lo haré. Pero aludiendo a través de ellas a una más de esas incoherencias del arte que uno descubre, no sin sorpresa; porque yo, que siempre me he considerado de pensamiento de izquierdas (en su acepción más progresista) me encuentro con que dos de mis películas más veneradas, “El hombre que mató a Liberty Valance” (John Ford) y “Vértigo” (Alfred Hitchcock), son tan bellas como de final tan reaccionario.

A la hora de señalar dónde están, y deben estar, la Verdad, el Bien y la Ética, una enaltece la fuerza bruta del vaquero frente a la oscura, estudiosa e incomprendida actividad del político, y la otra exalta el castigo del malvado por encima incluso del amor.

Decididamente, la incoherencia es de izquierdas.


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Información sobre las tres películas:

El tercer hombre



El hombre que mató a Liberty Valance






































Vértigo






miércoles, 24 de octubre de 2012

Mi escena favorita... de mi peli favorita (II)


Zoe Berriatúa


Madrid, 1978

Realizador audiovisual (Quédate conmigo, The thing in the corner, Epílogo...), actor (África, Raquel busca su sitio, Volavérunt, Génesis, Cuéntame, El comisario, 11-M...), guionista (Quédate conmigoThe thing in the corner...) e ilustrador (The thing in the corner, Hamlet and a dog...).



¿Cuál es tu escena favorita de tu película favorita?

La creación de la "Falsa María" de la película "Metrópolis", de Fritz Lang (1927), de la versión de Giorgio Moroder de 1984.


Es una adaptación remontada y coloreada con música compuesta por el propio Moroder. También tiene música de Queen y otros grupos. Yo pienso que no es solamente un producto kitsch, sino que va algo más allá.
La palabra kitsch (/ˈkɪtʃ/) se origina en el término yidis "etwas verkitschen". Define al arte que es considerado como una copia inferior de un estilo existente.
La clasificación de lo que es kitsch y lo que no, me resulta verdaderamente apasionante: muchos de los que hoy consideramos los grandes paradigmas del arte han pasado por ser copias de otras obras o tuvieron una notable influencia: Romeo y Julieta fue una versión modernizada de la tragicomedia de Píramo y Tisbe, de Ovidio; Marilyn Monroe fue una identidad falsa creada para la actriz Norma Jeane, identidad sucedánea de otra intérprete llamada Marilyn Miller, también rubia y, en ese momento, muy conocida; Tim Burton debe el estilo de su obra entera a la influencia directa y, a veces, al plagio de un ilustrador llamado Edward Gorey.

En el caso de la adaptación de “Metrópolis”, montada, sonorizada y coloreada caprichosamente por Moroder, lo que tenemos es una versión "violada salvajemente" de la película original, de la cual se habían perdido fragmentos, partituras y el montaje original. Sin embargo, esta "violación" me parece mucho mejor que la original conservada.

Pero... ¿Podemos hablar de una versión "original", cuyo montaje, coloreado, música y algunas secuencias completas... se habían perdido?

Sorprendentemente, en 2008 se encontró, en una filmoteca de Argentina, una copia íntegra en 16 mm del negativo de nitrato del montaje original del director. Al fin podría ver "Metrópolis" completa, tal y como la concibió su creador.

Para mi estupor, cuando en 2010 se proyectó en Sitges la versión recuperada del montaje original del director, pude ver, con gran consternación, cómo los fragmentos eliminados de la versión alemana, con los que soñé durante años... eran en su mayor parte una auténtica ponzoña.
El montaje perdido del director estaba muy bien como estaba: perdido. Y el que todos conocemos como estándar fue el que los distribuidores americanos habían exigido, recortando el original. Ellos decidieron eliminar numerosas secuencias e incluso hicieron desaparecer por completo un personaje, el matón. Lo hicieron muy bien, mejoraron la película enormemente, en mi opinión.

Esto me lleva a conclusiones tales como que el concepto original es un paradigma social frágil, parcial y mutable, tan caprichoso como lo es nuestra emoción.

También me lleva a plantear que para que una obra alcance el proceso de "mitificación", se ha de profundizar por completo en lugares comunes y tópicos en lugar de evitarlos, al contrario de lo que recomiendan hasta la saciedad algunos colegas míos guionistas con actitud, para mi gusto, algo cobarde y autolimitante.
Solo a través de profundizar en el tópico, podremos alcanzar el paradigma del mito.

Nombra otras dos películas que creas que un ser humano debería ver antes de morir.

Voy a ser muy obediente y nombraré dos títulos, ahorrándome tesoros inefables.

"One froggy evening”, la mejor comedia de todos los tiempos, para mi gusto. Un corto de animación fascinante de 6 minutos.


"El señor de los anillos" de Ralph Bakshi, también de animación, con mezcla de imagen real.


Curiosamente es, al igual que la versión de "Metrópolis" de Lang, una película inconclusa. "El señor de los anillos" es acusada frecuentemente de "chapuza" y "cutre" debido a que siguió un proceso incompleto de "rotoscopiado" de personas reales, que habitan bajo los dibujos para que estos tengan un movimiento más realista. El problema es que Bakshi se quedó sin dinero para terminar el proyecto, reduciendo las cuatro horas de película a dos y media, con deficiencias en el acabado.
Dichas limitaciones obligaron a Bakshi a tomar "resoluciones creativas" como convertir a los guerreros de una batalla en siluetas negras contra fondos de colores intensos. El resultado es la película más expresionista, respecto al uso dramático del color, que jamás he visto. Una auténtica obra maestra producida por la limitación, el error y el ingenio.

De esta película, surge otra paradoja filial a la de la autoría de "Metrópolis": el autor, Bakshi, inicialmente pretendió usar su estilo de dibujo (desarrollado en "Wizards", 1977) para "El señor de los anillos", un estilo que considero pobre y amateur. Bakshi nunca fue un dibujante de mi devoción, al contrario que sí lo fue como un brillante director. Gracias a los productores y financieros del proyecto, se rechazó el estilo de Bakshi y éste se vio obligado a buscar uno más realista y lírico.
Tanto en el caso de "Metrópolis" como en el de "El señor de los anillos", los productores, los grandes estudios y los distribuidores, fueron parcialmente responsables del proceso de creación y parte del valor de estas obras se debe a su intervención, en contra del autor.

Quizá la moraleja de esta paradoja sea que, como todos sabemos, las limitaciones obligan al hombre a usar el ingenio y mejorar su idea inicial.

De las tres películas mencionadas, ¿Cuál es tu actor/actriz favorito? ¿Crees que te pareces a él/ella?

No me fijo especialmente en los intérpretes sino más bien en los guionistas y directores. Al igual que, en la música, me fijo más en los compositores que en quienes interpretan sus piezas.

Respecto a actores... Me quedo con Macarena Gómez. Macareno soy, en Macarena creo y a Macarena amo... profesionalmente, claro. El otro amor es para mi adorada mujer.

¿A quién te gustaría parecerte por muy imposible que sea?

Al profesor Manhattan de Watchmen, dueño de una superinteligencia alejada del convencionalismo emocional de los seres humanos, inmune al apego y dedicado por completo a la observación del universo. Me siento subyugado por las pasiones. Creo en otro tipo de felicidad que no logro muy bien entender ni entenderé nunca, pero la vislumbro. Imagino no ser víctima de este presidio de torpes atavismos afectivos que implica ser humano.

Quizá la definición más precisa de mi ideal sea la de un robot. Tengo, de hecho, en mi casa una colección de decenas de figuras de robots míticos de películas, series y cómics.

Tal vez lo que me emociona profundamente de la secuencia de Metrópolis es la conversión de un ser humano en un ser... más elevado.

¿Te atreves a imaginar una escena de una peli imaginaria que te gustaría rodar?

Me gustaría, más que nada en este mundo, rodar la bajada a los infiernos de Enkidu, un héroe sumerio que, después de vencer a todas las huestes de demonios del infierno, decide voluntariamente morir y quedarse allí para permanecer junto al fantasma de su amada muerta, a quien no puede revivir (en la mitología sumeria, los hombres al morir van al infierno, ya que el cielo es privilegio tan solo de los dioses).

Esta historia es, en parte, interpretación mía, sobre el texto original, incompleto y ambiguo en algunos puntos. Una vez más, el tema es el atavismo que produce el apego, que marca dramáticamente nuestras vidas y nos sepulta. Y una vez más también, pertenece a una obra inacabada: "El poema de Gilgamesh", mi libro de cabecera, del cual se han perdido numerosas tablillas y se conservan solo fragmentos.

Es sorprendente la coincidencia de que algunas de mis piezas favoritas, en diversos ámbitos del arte, sean piezas incompletas o parcialmente perdidas, y creo que se debe a su cualidad "interactiva".
Me refiero con "interactivo" a aquello que sugiere en vez de definirse, algo que nos obliga a especular el contenido que falta, como un ejercicio de línea de puntos, una invitación al recurso de la imaginación.

Opino que la imaginación es precisamente lo que nos diferencia de otros animales y lo que nos convierte en seres "inteligentes", no la moral, como dicen los curas. La moral es solo una expresión más de nuestra capacidad de generar ideales e invenciones que luego convertiremos en realidades sensibles.
Me resulta lamentable cómo, en la actualidad, el reino de la imaginación se destina a los niños y cómo el hombre desprecia la fantasía sin saber que es precisamente su don más preciado y lo que le ha convertido en lo que realmente es.

Considero que el hombre ha de aprehender su propia naturaleza, que no debe dejar de cuestionarse el porqué de las cosas en vez de afirmar que tiene las respuestas, dando explicaciones caprichosas y dogmáticas... como hacen las religiones. Creo que las personas crean y creen en las religiones por cobardía y por falta de humildad para reconocer que no tienen ni idea de "por qué estamos aquí". La realidad es mucho más triste y obvia: aún no lo sabemos, pero algún día encontraremos la respuesta.

Por ahora, tan solo contamos con el refugio de nuestros instintos y nuestros "atavismos afectivos"... y, por supuesto, con la materialización de nuestra emoción... el arte, cuya definición y propósito tampoco somos aún capaces de explicar.
Pero algún día podremos.

Sé que me he excedido respondiendo a estas preguntas. Pero tendréis que entender que aquello que conmueve a una persona, aquello que alguien llama "su cosa favorita", entronca con sus motivaciones más profundas.

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Información sobre las tres películas:

Metrópolis



One froggy evening



El señor de los anillos


jueves, 18 de octubre de 2012

Nacionalismo y fútbol: viejos amigos.

El 13 de mayo de 1990, en el estadio de Maksimir de Zagreb, capital de Croacia, entre los Bad Blue Boys (ultras del Dínamo) y los Delije (del Estrella Roja de Belgrado), se desató un incidente muy violento que se hizo famoso por ocurrir a pocas semanas de las primeras elecciones multi-partidarias en Croacia, tras casi cincuenta años de socialismo forzado. 
Ambos equipos eran descarada e impunemente utilizados por los respectivos líderes nacionalistas de Croacia y Serbia que, chapoteando en el ácido caldo de cultivo de la pobreza y el descontento, se habían encumbrado hasta aplastar cualquier ideología socialdemócrata o liberal. Hubo enfrentamientos entre ultras, ultras contra policía... con gente apuñalada y otra intoxicada por los gases lacrimógenos. 
Casi nadie acudía a ver un partido de fútbol. Iban a exhibir un “sentimiento nacional”. Y así comenzó una guerra que dio lugar a una dolorosa secesión que incluyó masacres y “limpiezas étnicas” en ambos territorios. 

No había debate de ideas, sino de “sentimientos”. 
Sentimentalismo político. Peligroso. 

Eso es lo que se nos planteó, tanto en la manifestación de la diada como en ese presunto enfrentamiento entre Cataluña y España (Barça-Madrid) en el Camp Nou, que dirimieron finalmente un portugués y un argentino.


Soy consciente de que, por suerte, no parece que aquí se pueda llegar a la violencia. Pero ese es el fuego con el que se está jugando... 
Porque es innegable que hay en Cataluña eso que llaman un “sentimiento nacional”. Es poco comprensible que necesite de espectáculos deportivos para manifestarse como cuando hace 30 años existía una verdadera represión, porque ahora no solo no se reprime ese “sentimiento” sino que se estimula desde las instituciones y se enseña en las escuelas. 

En realidad, tanto la manifestación independentista del día de la diada como el clamor “Puta España” del Camp Nou son muestras de que nadie impide ser catalán a ningún catalán, de que nadie parece reprimir u oprimir a nadie. 
Pero el nacionalismo nace, crece y se reproduce al calor de un enemigo externo y esa amenaza opresora... ¿Es España? ¿Es esa “Puta España”-de la que hablaba a carrillo batiente Pepe Rubianes (gran actor catalán que actuaba a menudo en español)- a la que supongo que pertenecemos los de Albacete, los de Mérida y por supuesto los madrileños? Entonces esa “Puta España” que se atacaba en el estadio del Barça como el mayor de los males... ¿Soy yo? 

Desde luego, el nacionalismo catalán ha sufrido el nacionalismo español. 
¿Hay un nacionalismo malo y otro bueno
En realidad, tiene sentido: el nacionalismo necesita de nacionalismo opositor para desarrollarse porque, como se insiste una y otra vez, “es un sentimiento”. La verdadera cuestión es: ¿Un sentimiento es una idea política? Probablemente no. De modo que... 
¿Independencia? Venga, vale, pero... ¿para qué? ¿Cuál es el proyecto político exactamente? 

Yo no he oído nada sobre lo que hay al otro lado del espejo de la independencia. Bueno, sí, he oído a los niños de una escuela catalana decir cosas como “queremos estar en libertad de España y ser un país democrático” o “queremos ser independientes para que cuando vayamos al súper la comida no cueste tan cara” o “nos tenemos que separar de España porque así el dinero se gastará en sanidad” o “para que en el d.n.i. ponga catalanes y no españoles”. 
Pido disculpas anticipadas a los padres, pero... ¿No parece un caso claro de manipulación? ¿Son esos los argumentos que ese unido y comprometido “pueblo catalán” comparte? Porque Wert sale con aquello tan escandaloso de “españolizar niños catalanes”, pero ¿”catalanizar niños” sí es bueno? Pienso yo que toda programación política pedagógica por parte de un estado es perversa. Y opino que la estupidez de unos fomenta espectacularmente la de sus contrarios. 

De modo que, independientes, todo nos irá mejor. Punto. 
No hay más explicación. 
Eso es un sentimiento, claro. 
Soy actor y sé algo de eso. 
Las emociones no quieren razones. Se apoderan de ellas. 

Hay políticos que eran claros partidarios del estatuto y la autonomía hasta que se han dado cuenta de que otros les adelantaban por la derecha gracias al impulso de ese “sentimiento nacional” y pienso que, por una cuestión de supervivencia, se han apuntado a él. 
El fenómeno se amplía: si no eres independentista, no puedes “molar”, debes creer en algo abstracto, en una corriente que nadie te explica dónde desemboca pero en la que es gozoso flotar porque tiene fuerza de verdad. Fijaos si se amplía que Federico Jiménez Losantos (su satánica majestad) se apunta a la independencia de Cataluña para liberar a España del insaciable chantaje económico y del complejo de culpa con el que nos acostamos los madrileños, los manchegos, los extremeños... ante la persistente acusación de estar gastando “su dinero”. Algo no encaja. 

Parece ser que Cánovas dijo que español es el que no puede ser otra cosa. 
Así que, ante el innegable impulso independentista, yo me pliego; pero me permitirán, por favor, señoras y señores catalanes, que les pregunte: ¿Todos los que tienen ese “sentimiento nacional” tienen la misma idea sobre cómo se usará? 
Y que les plantee: no se dejen llevar por hienas sedientas de más poder... exijan a sus líderes que propongan algo muy original y muy espectacular y muy pragmático y muy convincente. 
Porque de lo contrario, me temo que formar parte de España seguirá siendo el menos malo de los estados para ustedes, igual que formar parte de Europa sigue siendo lo menos malo para todos.

lunes, 15 de octubre de 2012

Mi escena favorita... de mi peli favorita (I)

Miguel Hermoso Arnao

Háblanos de una escena y película predilectas.
Me senté con mi padre a ver la tele. Eran otros tiempos... Pilar Miró era la directora de RTVE y en prime time no ponían “Gran Hotel”, sino “Código Criminal”, de Howard Hawks. Le dije: “¿Papá, por qué te gustan tanto las pelis de cárcel?”. Contestó: “No lo sé, hijo, no puedo evitarlo, me encanta el cine sobre cárceles y hombres encerrados”.

Cadena Perpetua 

Tim Robbins (Alta fidelidad, Mystic River, La vida secreta de las palabras...) y Morgan Freeman (Sin perdón, Seven, Million Dollar Baby...), dirigidos por Frank Darabont (La milla verde, The majestic, Collateral...).

Hace 18 años que vi esta película. Y me pregunté: ¿Por qué te gustan las pelis de cárcel, Miguel? Hoy tengo una respuesta: porque las pelis de cárcel... tratan de la libertad.

Tratan de qué hacer con ella. Versan sobre qué es importante y qué no. Comprimen la vida a lo esencial. Como dijo Camus, la pregunta no es si hay otras vidas, la pregunta es si ésta merece la pena vivirla. Y yo añadiría: “Depende”.

Depende de qué hagamos con ella. ¿Verdad? Pero estando encerrados en una prisión, sin amigos ni afectos, sin perspectivas de futuro, sin planes que hacer (porque te quedan 20 años de condena y no importa si eres culpable o no), “la vida” increíblemente cobra su sentido más concreto porque no hay distracciones, no hay diversión y no hay facturas que pagar ni obligaciones que asumir. Eres tú y tu supervivencia... Pero, claro... ¿Para qué? ¿Para cuándo?

Recuerdo esta escena: Andy Dufresne (Tim Robbins) ya se ha hecho amigo del alcaide de la prisión y de todos los funcionarios que antes le puteaban, porque les hace la declaración de la renta y se ahorran una pasta. Mientras tanto, ha estado bombardeando con cartas al ministerio para que enviaran libros y discos a las prisiones con objeto de ¡rehabilitar a esos criminales con la cultura! (qué ocurrencia, ¿verdad?). Pues al final resulta que, probablemente para que les deje en paz, mandan un montón de libros y discos a la cárcel. Entre ellos, hay una edición de una ópera de Mozart: “Las noches de Fígaro”.
Y entonces, Dufresne, que lleva la mejor vida posible en una penitenciaría, gracias a los favores que presta al personal... lo sacrifica todo por escuchar el aria de la condesa y Susana cantando “El dueto de la carta” en un gramófono y orientándolo hacia la megafonía del patio de los reclusos que, como dice Red (Morgan Freeman), “no sé sobre qué coño cantaban esas mujeres italianas, pero por un par de minutos toda esa cuerda de cabrones sentimos que éramos pájaros volando más allá de los muros de la prisión”. Ese par de minutos son los que tardaron los funcionarios en entrar en el despachito que Dufresne tenía para satisfacer sus fraudes y destrozarle a hostias. Le encerraron treinta días en “el agujero”. Pero él sonreía. ¿Por qué? Porque Mozart ya estaba dentro de él. El aria permanecía en su memoria, podía pasar treinta y hasta sesenta días en un puto agujero con el aria de Mozart en su cabeza.

Porque ni entre muros de hormigón se puede apresar el alma humana.
Porque el pensamiento, el sueño, el recuerdo... y hasta lo que imaginamos que podría ser y no es... está ahí y es más fuerte que nosotros.
De eso va esta película.
Y por eso es mi peli favorita.

¿Qué otros dos filmes crees que deberíamos ver todos antes de morir? 

Paris Texas y El cielo sobre Berlín, ambas de Wim Wenders.


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 Ver escena descrita de Cadena Perpetua:



Información sobre las tres películas: 

Cadena Perpetua


Paris, Texas


El cielo sobre Berlín


Momentos de cine

Se puede amar el cine de muchas formas pero casi siempre trae consigo una gran expectación ante qué se esconde detrás de un rodaje, cómo se elige una banda sonora, qué tipo de personajes son los más codiciados, qué poder de decisión tiene un director al elegir un elenco, qué lleva a un productor a enfrentarse a un proyecto polémico, por qué unas películas arrasan y otras muerden el polvo, etc. 
Todo es magia y misterio para quienes vivimos y trabajamos fuera del mundo del espectáculo. 

Las preguntas más frecuentes giran en torno a las preferencias de los propios trabajadores del gremio: ¿Hay algún género cinematográfico que les suscite un interés especial? ¿Tienen referentes? ¿Cuáles son sus películas fetiche? ¿Hay alguna secuencia que les haya marcado? 

Con idea de satisfacer un poco esta curiosidad y ante la posibilidad de descubrir o redescubrir ciertas producciones, inauguramos hoy una sección en la que entrevistaremos brevemente a directores, actores y guionistas de distintos estilos, para que nos cuenten qué escenas y películas destacarían por encima de todas y por qué. 

Para predicar con el ejemplo, vamos a comenzar con Travis Henderson, esto es, con Miguel. Y próximamente tendremos el placer de leer las respuestas de otros conocidos compañeros de profesión, tanto en cine como en tv y teatro. 
Comenzamos.

domingo, 7 de octubre de 2012

Por qué no soy titiritero

No soy titiritero. Esencialmente porque ignoro la exigente técnica que requiere el fantástico arte de la marioneta. Así que estos que presumen de usar el castellano o español con excelencia, que empiecen por hablar con propiedad. Porque los que nos dedicamos al teatro, el cine o la TV; los escritores, los técnicos, los actores...somos esencialmente -y aunque falte “curro”- “currantes” más que activistas.

Dejémoslo si acaso en trabajadores... ¿de qué? ¿Cultura? ¿Espectáculo? ¿Relleno de parrilla televisiva? Pongamos que “cultura” es esa cosa que alguna gente pone con mayúscula y que unas veces alcanza el epígrafe de “arte”, otras el -no menos noble- de “entretenimiento” y a menudo el de simple “aburrimiento”. Y ya se que el término, antropológicamente hablando quiere decir “usos y costumbres de un grupo social en un tiempo determinado”, pero intencionadamente lo uso aquí como cotidianamente lo comprendemos. 

Voy a iniciar una colaboración en el periódico para internet “La Noticia Imparcial” tratando de aportar el punto de vista de un trabajador de la cultura sobre temas diversos (sí, de política también) y hacerlo de forma pública, con el riesgo que eso conlleva. 

Cuando alguien de este gremio o colectivo se atreve a dar un punto de vista político suele escuchar: “¡Vosotros a lo vuestro!”, y si se quiere incorporar la guinda despreciativa oímos: “¡titiriteros!”. Como si ese noble arte fuera una maldición...-de hecho esto es lo mismo que siento cuando en un atasco alguien espeta a otro “¡Payaso!”, y yo pienso: “que más quisiera”-. ¿Qué pasa con “los de la cultura” y sus opiniones? ¿Tenemos todos la misma opinión sobre las mismas cosas?¿Por qué se habla de “los de la cultura” ? ¿Por qué parece que opinamos como gremio si somos individuos muy distintos unos de otros? 

Opinamos, sí, y nuestras opiniones tienen una difusión mucho mayor que las de otros por la sencilla razón de que trabajamos de cara al público, para divertir y para plantear retos a todos los demás, pero... ¿participamos? Cuando me atreví a participar en política uniéndome a un partido y expresando opiniones libres -unas veces personales y otras consensuadas con más gente- un amigo y compañero de profesión me dijo: “Te admiro, qué huevos tienes, pero...sabes que esto te va a costar perder mucho trabajo, ¿verdad?” ¿Por qué? 

Como “trabajador cultural” me muevo habitualmente en un ambiente a menudo sectario de izquierdas y muchas otras sectario de derechas; pero en el que siempre convivo con el temor de molestar, ofender e incluso enfadar a mis colegas de gremio con mis opiniones. Me arriesgaré. 

Porque merece la pena interesarse y merece la pena formarse una opinión propia sobre política, sobre sociedad y sobre muchos temas, pero esto es difícil... 
Difícil porque toda la información que nos llega tiene un carácter sesgado o de interés partidista y a penas surge de una posición individual o crítica. 
Difícil porque vivo en un país en el que opinar (no digo ya proponer) fácilmente te convierte en enemigo irreconciliable de todo aquél que opina diferente a ti. 
Difícil porque procedemos de una cultura en la que está prohibido equivocarse...quiero decir que está prohibido reconocer una equivocación, lo cual nos lleva a menudo a sostener un criterio a toda costa por aquello de “ser coherentes” cuando nos sentiríamos tremendamente aliviados de corregirlo. Y éste es precisamente el factor que muchas veces nos cohíbe a la hora de tomar partido... ¡Qué lástima! 
Pienso que, si no nos sintiéramos obligados a mantener una opinión, si de verdad estuviéramos abiertos a modificarla e incluso cambiarla por leer algo o escuchar a alguien, o sencillamente por un proceso de reflexión privada... Seríamos mucho más abiertos, seríamos mucho más comprensivos con el criterio de los demás, seríamos, en definitiva, más libres. Libres de verdad. Libres de discutir. De discutir sin miedo a ofender o ser ofendido. Seríamos parte de una sociedad mucho más divertida y amable. ¿Utópico? Para nada. Pero hay que tirar la piedra y pecar. 

Así que me propongo pecar, opinar y equivocarme. Exponiéndome al error y anticipándome a la intolerancia. Esperando vivamente que se me contradiga y deseando la inspiración a rebatir que esto proporciona. Es decir: aspiro a usar este blog, este canal, esta opción para obtener el premio de un verdadero criterio personal que solo será personal si se cuece en la contradicción y se enriquece con la contraposición. 

Me llamo Miguel Hermoso, soy actor; y no sigo una corriente de pensamiento único, intento -contra viento y marea- formarme una opinión propia sobre las cosas. 

Y por eso este blog pasa del letargo a la difusión que supone estar en un diario. 

Por eso podréis leernos a través de http://lanoticiaimparcial.com

Y no soy titiritero. Pero me encantaría serlo.

domingo, 12 de agosto de 2012

Ted

Seth McFarlane ya se había convertido en el nuevo niño mimado/enfant terrible de América en cuanto a comedia transgresora se refiere con "American Dad" y sobre todo con "Family Guy" (dejemos a un lado "The Cleveland Show"). Estaba claro que tarde o temprano estos pollos sin cabeza que parten el bacalao en Hollywood le iban a dar carta blanca para que sedujese al público de gran pantalla. Y aquí lo tenemos.

El ataque narrativo recuerda a un episodio de "Padre de familia", con un narrador omnisciente y un kilométrico acercamiento a uno de esos barrios de la costa este norteamericana que ya conocemos mejor que el nuestro. Y juega ya durante toda la película con esa efectiva técnica tan empleada en la serie de plantearte una situación idílica e ingenua para súbitamente aplastarla con una apisonadora de realidad exacerbada hasta lo brutal.

Un niño solitario pide un deseo, que su adorado oso de peluche cobre vida, una estrellita fugaz y... ¡listo! Ya tenemos un oso parlante que deja acojonada a toda la familia. Podríamos entonces seguir por una línea "ET", es decir, el niño esconde al oso para que no se convierta en una atracción pública o algo peor: una amenaza; pues no, este oso se convierte en una celebridad: sale en las noticias, le invitan a los "talk shows", entrevistas...un fenómeno de masas. Normal. Es un oso de peluche que -no solo habla y reacciona- sin neuronas, ni músculos, ni pulmones, ni genitales, se comporta no como un tierno amiguito achuchable que te dice que te quiere, sino como una cáustica, haragana y cretina estrella de la TV.

A partir deste inverosímil pero extremadamente apetecible planteamiento, y dando por hecho que el oso y el niño comparten la vida transitando por la adolescencia hasta compartir piso en la madurez, la diversión está servida. Porque mientras el niño se convierte en un relajado y solvente Mark Whalberg, el oso TED sigue con el mismo aspecto pero con todo el arsenal de malas y anárquicas costumbres que pueda tener un americano ocioso: marihuana, pedos, cerveza, televisión, humor agresivo...etc.

Digamos que el acomplejado niño Mark no ha madurado agarrándose a esa inquebrantable unión con el oso como símbolo de su infancia y coartada de una irresponsabilidad poco consecuente con su edad.

Increíblemente, este imbécil fumeta que carece de aspiraciones y llega siempre tarde a un curro de mierda en un "rent-a-car"...se las ha apañado para ligarse a MIla Kunis, que además de estar en un momento apabullante de belleza y simpatía, es lista, tiene carácter y un puestazo en una compañía gorda. ¿Por qué? Quítenle mentalmente la camiseta a Markie Mark para entenderlo (yo, además soy incapaz de olvidar el último plano de "Boogie Nights") .
A partir de aquí es prescindible seguir explicando porque todo consiste en seguir el curso que ya siguen muchas pelis que hemos visto (algunas muy buenas) con este conflicto clásico. El tipo inmaduro debe elegir entre su mejor amigo y el amor de su vida. El primero representa la libertad total e irresponsable, la diversión sin temor a consecuencias, etc... pero te lleva por la senda del perdedor. La segunda, aunque también proporciona grandes momentos, -gracias Mila Kunis por casi convencerme de que el amor es posible- exige una madurez y un "a veces debo hacer cosas que no me gustan" que da bastante vértigo. Para esto último el bueno de TED es un ancla muy pesada, pero también una excusa formidable.

El tira y afloja del oso aferrándose a su compi y el chico inmaduro tratando de proporcionarle independencia llega a momentos tronchantes. El peluche parlante es una máquina de gags gracias al contraste entre su apariencia angelical y su comportamiento soez, guarro, machista y pendenciero. Y mucho más gracioso habría llegado a ser de no estar doblado al español por Santi Millán. Se me ocurre a bote pronto una lista de más de 10 actores de verdad con voces de verdad y cómicos de verdad que le hubieran doblado el partido. Por ejemplo: Agustín Jiménez. Pero en fin... Santi Millán es lo que hay.
Como el texto de TED es tan bueno, procaz e ingenioso, la peli le sobrevive. Más duras de tragar son las adaptaciones ibéricas y populacheras de formas de hablar y personajes...que casi recuerdan al sistema de Santi Segura de echar al cocido todo lo que haya en la cocina. Falete, Belén Esteban, la pija madrileña... recurrente sarta de convenciones vulgares.

Pero como ésto inevitablemente debe progresar hacia un "final Hollywood" (¿Por qué? ¿No sería más transgresor que nada -admirado McFarlane- saltarse las reglas sagradas de guión americano con sus tres actos (el tercero necesariamente trepidante), sus dos puntos de inflexión y su final positivo?) aparece ese mal mayor, ese Deus ex-machina que manda el conflicto de los protas a un segundo plano y toda confrontación se disuelve para aplacarlo.

Eso, sí, aquí el mal está representado por Giovanni Ribisi que es un impresionante y arriesgado actor que solo con aparecer te pone en tensión porque no sabes qué va a hacer esta vez, un gran aliciente que no salva al espectador de la decepción de ver unas secuencias que podrían estar sacadas de otras 500 películas en las que enlazamos persecución, muerte del oso por desgarro y pérdida de peluche, resurrección por el método de estrella fugaz, reconciliación de novios sin apenas tratar o trabajar sobre el tema y conflicto que nos ocupa (ojalá fuera siempre así) y como colofón: ¡boda!. Chin-pon.

No, Seth, no digo que te hayas domesticado, no digo que hayas cambiado, vendido o perdido tu cualidad esencial: poner la piel del americano medio en carne viva.

Sí, tratas las drogas como algo lúdico y divertido en lugar de veneno que lleva a la ruina, sacas tetas, tacos, tacos que en boca de un peluche escuecen todavía más, peleas paródicas como las famosas tundas que se curraban Peter Griffin y el pollo y que llegaban a llenar medio episodio de "Family Guy"...todo éso es tu sello y solo tú lo haces. Y en esta peli sigues siendo tú. Porque te dejan.

Porque piensan que eres un filón que va a recaudar millones...

Porque saben en Hollywood y aledaños que las familias enteras ven los episodios de “Padre de Familia” : los papas se ríen y disculpan las guarradas y brutalidades porque son dibujos, los niños y adolescentes no entienden la mitad pero les encanta porque son dibujos con pedos, tacos y guarradas, y los abuelos lo ven por el rabillo del ojo. Pero son dibujos animados.

Yo me lo he pasado bien. Me has sorprendido, me has divertido, sufro al final, claro... en parte supongo porque la expectativa en cuanto a originalidad, tratándose de tí, es muy grande. ¿Pero estás preparado para la hostia en salas? ¿A qué tipo de público está dirigida? ¿No habrás querido abarcarlo todo?

La peli está llena de guiños cinematográficos que hacen las delicias de un espectador de 40 como yo, que vio "Flash Gordon" a los 12 años... pero claro, de ahí para abajo hay mucha gente que se perderá los chistes si no se los explica su padre o su abuelo! Los gags salvajes que sí molarán al teenager espantarán al señor de las bermudas y camisa de manga corta, que aunque salga del cine a regañadientes, querrá proteger a su prole de semejante influencia.

Así que si hay niños serán rescatados por sus aprensivos padres o quedarán horrorizados al pensar que su osito de peluche puede fumar marihuana y tirarse a la cajera del súper. No llegarán al final. ¡Que es justo lo que está diseñado para ellos! Los adultos enrollados como yo, fans de tu sentido descarnado del humor, quedarán decepcionados por ese final con truculencia forzada, penita pena, resurrección previsible, novia que perdona (mentira,no perdonan) y boda a capón... y se irán con el paladar tan empalagado que tendrán que parar en el primer bar para quitarse el dulzor antes de pisar su casa.

Los adolescentes solo pillarán la mitad del chiste y acabarán más fijos en la pantalla del móvil haciendo planes para luego que en la del cine. Los niños ya los hemos aterrorizado y dicho que la marihuana mola y que el mundo es un lugar donde las putas se cagan en la alfombra.

¿Cual es tu público, tío?
Hollywood no estará contento.
Tus seguidores tampoco.
¡Qué jodido mundo! ¿Verdad?

martes, 24 de julio de 2012

Tomás Gayo

Kilómetros. Eso es lo que cuantifica y cualifica una amistad, una unión entre dos personas. No son las fiestas. No son las cenas. No son los beneplácitos tras un estreno. Son los kilómetros. Durante año y medio, con la compañía reunida para representar "Pascual Duarte", hicimos muchos kilómetros en una gran furgoneta. Yo, por mis manías y por mi sociopática aversión a la conversación, me sentaba delante. Tomás conducía. No hablábamos mucho. Hacíamos kilómetros. 125 kilómetros en silencio, un silencio superviviente al barullo de atrás, donde charlaban y bromeaban los demás actores, y en el 126 él decía algo interesante. Yo escuchaba. Y esperaba otro kilómetro. Y le intentaba contestar algo un poco más ingenioso que lo suyo. Él se ponía cachondo y me retaba otra vez. Era una delicia.

Kilómetros. Muchos kilómetros. Tomás me hacía olvidar lo que odio a la gente, lo que odio este mundo, lo que me odio a mí mismo. Tomás era mi amigo. Sudaba mucho. Olía muy fuerte. Se ocupaba de todo. Sufría como un camello sin agua y con una pesada carga sobre sus jorobas. Pero tú sabías que si él estaba ahí, la función saldría adelante. No le importaba nada más. La función. Las ocho de la tarde. Los actores. La tramoya. El texto. Eso era el puto centro del universo. Nada más importaba. Creo que cuando se dio cuenta de que yo soy igual, que no me importa nada, que me puedo estar muriendo por dentro y solo quiero que SE ALCE EL TELÓN... pensó: éste es el actor que necesito. Y yo por primera vez me relajé y me entregué como nunca a una producción, a su obra, a un personaje que debe matar, llorar, gritar y vomitar en escena. Pascual Duarte fue su mayor logro porque maduró la versión durante años, comprendió la trascendencia, formó la compañía ideal: una colección de mujeres emotivas, fuertes y raciales.

Y de carambola: yo.
Me dio el personaje más fuerte de mi vida, me dio confianza y libertad para que soltara mi rabia y mi serenidad en escena.

Y en la carretera...me dio kilómetros. Nos hicimos amigos sin querer. Di por hecho que esto era una unión permanente. Algo que vigorizaría con los años.

No contaba con que se fuera así. Sin previo aviso. Sin hacer ruido.
Y yo ahora...no sé qué hacer.

Cada vez que pase por el kilómetro 126 de tal o cual carretera, recordaré lo que dijo. E intentaré contestar algo igualmente ingenioso.

Aunque nadie me escuche.